29/7/14

Cavemen (Los cavernícolas) - Animación 3D

La corriente del Art Nouveau de principios de siglo XX

Modernismo es el término con el que se designa a una corriente de renovación artística desarrollada a finales del siglo xix y principios del xx, durante el periodo denominado fin de siècle y belle époque. En distintos países recibió diversas denominaciones: Art Nouveau –en Bélgica y Francia– Todas estas denominaciones hacen referencia a la intención de crear un arte nuevo, joven, libre y moderno, que representara una ruptura con los estilos dominantes en la época, tanto los de tradición academicista (el historicismo o el eclecticismo) como los rupturistas (realismo o impresionismo). En la estética nueva que se trató de crear predominaba la inspiración en la naturaleza a la vez que se incorporaban novedades derivadas de la revolución industrial, como el hierro y el cristal. Las características que en general permiten reconocer al modernismo son: Inspiración en la naturaleza y el uso profuso de elementos de origen natural pero con preferencia en los vegetales y las formas redondeadas de tipo orgánico entrelazándose con el motivo central. Uso de la línea curva y la asimetría; tanto en las plantas y alzados de los edificios como en la decoración.Tendencia a la estilización de los motivos, siendo menos frecuente su representación estrictamente realista. Uso de imágenes femeninas en actitudes delicadas y gráciles, con un aprovechamiento generoso de las ondas en los cabellos y los pliegues de las vestimentas (drapeado). Actitud tendente a la sensualidad y a la complacencia de los sentidos, llegando hasta el erotismo en algunos casos. Libertad en el uso de motivos de tipo exótico, sean éstos de pura fantasía o con inspiración en distintas culturas, como por ejemplo el uso de estampas japonesas.




24/7/14

Músico del Mes: Los Piojos "Muy despacito" (video y letra)

Jardines de calma feroz, un sol de infinita paciencia
los locos cantan la canción y aplauden
Se acercan de a uno, de a dos, se va formando la ronda
una enfermera tetona imita a una estrella de rock

se ríen y del paredón el eco aplaude contento
el viejo dice que está bien, vamos adentro
Andrés vení por favor, acompañame un poquito,
dice uno, sólo dame la mano
 

Muy despacito, sobre el abismo, volaré...

Muy despacito, sobre el abismo, volaré...
 

abajo el sol, abajo el sol, yo ver
abajo el sol, abajo el sol, llover


18/7/14

Fernando Pessoa: Escrito 221 (fragmento)

He sido un soñador irónico, infiel a las promesas interiores. Gocé siempre, como oro y extranjero, las derrotas de mis devaneos, espectador casual de lo que pensé ser. Nunca le di crédito a aquello en que creí. Me llené las manos de arena, la llamé oro, y abrí luego las manos de par en par para que resbalara. La frase había sido la única verdad. Con la frase dicha estaba todo hecho; lo demás, era la arena que siempre había sido.
Si no fuese por el hecho de soñar siempre, de vivir en una perpetua enajenación, podría, de buen grado, calificarme como realista, o sea, un individuo para quien el mundo exterior es una nación independiente. Pero prefiero no definirme, ser lo que soy con una cierta oscuridad y tener la malicia de no saber predecirme.
Tengo una especie de deber de soñar siempre, pues no siendo más ni queriendo ser más que un espectador de mí mismo, trato de brindarme el mejor espectáculo que puedo. Así me construyo con oro y sedas, en salones supuestos, escenario falso, decorado antiguo, sueño creado entre juegos de luces tenues y melodías invisibles.

Fernando Pessoa.  "El libro del desasoseigo"

2/7/14

Umberto Eco: Érase una vez...

A principios de 1978, una amiga que trabajaba para un pequeño editor me dijo que estaba pidiendo a autores sin experiencia en la novela (filósofos, sociólogos, politólogos, etc...) que escribieran un relato breve de detectives. Por las razones que acabo de mencionar, respondí que no me interesaba la escritura creativa, y que estaba seguro de ser absolutamente incapaz de escribir buenos diálogos. Concluí diciendo (no sé por qué), provocativamente, que si tuviera que escribir una novela negra, esta tendría por lo menos quinientas páginas y estaría ambientada en un monasterio medieval. Mi amiga dijo que no estaba tratando de pescar novelas torpes hechas para ganar dinero, y así terminó nuestro encuentro. 
En cuanto volví a casa, me puse a fisgar en los cajones de mi escritorio y recuperé unos garabatos del año anterior, una hoja de papel en la que había apuntado varios nombres de monjes. Eso significaba que en el recodo más secreto de mi alma había estado creciendo la idea de una novela sin ser yo consciente de ello. En ese momento se me ocurrió que estaría bien envenenar a un monje durante su lectura de un libro misterioso, y eso fue todo. Empecé a escribir El nombre de la Rosa.
Una vez publicado el libro, la gente me preguntaba a menudo por qué había decidido escribir una novela, y las razones que esgrimí (que variaban según mi humor) eran todas probablemente ciertas, es decir, eran todas falsas. Comprendí que la única respuesta correcta era que en un determinado momento de mi vida sentí la urgencia de hacerlo, y creo que esa es una explicación suficiente y razonable.








Umberto Eco - "Confesiones de un novelista" (Ed. Lumen)