3/2/11

“Polvo" de Manuel Castilla

Era casi de barro el pueblo. Polvo sobre polvo. La tierra pegajosa se alzaba de los callejones como un polen y se asentaba en los chañares y en los algarrobos. A veces se posaba en el alma; también, y en el tiempo. Y el tiempo estaba quieto allí hacía muchos años, cavado y carcomido. Una sola masa marrón era todo, manchada de islotes verdes alzados en apeñuscamiento de talas y yuyarales con flores doradas.
El polvo, casi impalpable, invadía por senderos y matorrales lo que estaba en pie, lo que había perdurado del olvido y de la intemperie silenciosa.
Había una persistencia obsesiva en ese polvo. Rodeaba las cosas como un aire corpóreo y las envejecía. Les iba quitando el color hasta que las apagaba. Era como si las cosas perdieran su voz, como si su sangre se les fuera enterrando más y más y se muriese.
De las cosas pasaba a las gentes. Sin que se dieran cuenta les trepaba por las botas arrugadas y las tornaba grises. Después subía hasta las ropas y luego a los rostros. Entonces los rostros quietos, inexpresivos, se parecían al pueblo, tenían ya un silencio y una indiferencia que los fundía en el paisaje.
Todo por el polvo.
Fuente: Castilla, Manuel "Obras Completas" Ed Corregidor.