12/2/15

"El hombre apacible" de Henri Michaux

Extendiendo las manos fuera del lecho, Pluma se sorprendió al no encontrar la pared. "Vaya, pensó, se la habrán comido las hormigas...", y se durmió de nuevo.
Poco después, su mujer lo agarró y lo sacudió: "Mira, dijo, ¡holgazán!, mientras te dedicabas a dormir nos han robado la casa". En efecto, un cielo intacto se extendía por todas partes. "¡Bah!, el mal ya está hecho", pensó.
Poco después. comenzó a oírse un ruido. Era un tren que se le echaba encima a toda velocidad. "Parece tener prisa, pensó, llegará antes que nosotros.", y se durmió de nuevo.
En seguida, el frío lo despertó. Estaba todo empapado en sangre. Varios pedazos de su mujer yacían a su lado. "Con la sangre, pensó, siempre surgen cantidad de cosas desagradables; si ese tren pudiera no haber pasado, yo sería muy feliz. Pero como ya pasó...", y se durmió de nuevo.
"Veamos, decía el juez, cómo explica usted que su mujer se haya herido a tal punto que la han encontrado repartida en ocho pedazos, sin que usted, que estaba a su lado, haya podido hacer un gesto para impedírselo, sin haberse siquiera dado cuenta. Ése es el misterio. Todo el asunto está ahí dentro".
"Por ese camino no puedo ayudarlo", pensó Pluma, y se durmió de nuevo.
"La ejecución tendrá lugar mañana. Acusado, ¿tiene algo que añadir?"
"Excúseme, dijo, no he seguido el asunto". Y se durmió de nuevo.