1/2/11

Borges, el ciego

(…)

Desde mi nacimiento que fue el noventa y nueve,
De las cóncavas parras y el aljibe profundo,
El tiempo minucioso que en la memoria es breve,
Me fueron hartando las formas visibles de este mundo.
Los días y las noches limaron los perfiles
de las letras humanas y los rostros amados;
En vano interrogarán mis ojos agotados
las vanas bibliotecas y los vanos atriles.
El azul y el bermejo son ahora una niebla
y dos voces inútiles. El espejo que miro
es una cosa gris.
En el jardín aspiro, amigos,
una lóbrega rosa de la tiniebla.
Ahora sólo perduran las formas amarillas
y sólo puedo ver
para ver pesadillas.

Después de leer estas breves líneas comprendí -literariamente- que por un instante,
Borges abrió los ojos hacia la realidad -su realidad- y creó la más maravillosa de sus obras.