9/4/13

Crítica al burgués - pasaje del "El Lobo Estepario" de Hermann Hesse

Lo "burgués", pues como un estado siempre latente dentro de lo humano, no es otra cosa que el ensayo de una compensación, que el afán de un término medio de avenencia entre los numerosos extremos y dilemas contrapuestos de la conducta humana (...)
El hombre tiene la capacidad de entregarse por entero a lo espiritual, al intento de aproximarse a lo divino, al ideal de los santos. Tiene también , por el contrario, la facultad de entregarse por completo a la vida del instinto, a los instintos sensuales y de dirigir todo su afán a la obtención de placeres del momento(...) 
El burgués trata de vivir en un término medio confortable entre ambas sendas. Nunca habrá de sacrificarse o de entregarse ni a la embriaguez ni al ascetismo, nunca será mártir ni consentirá en su aniquilamiento. Al contrario, su ideal no es sacrificio, sino conservación del yo, su afán no se dirige ni a la santidad ni a lo contrario; la incondicionalidad le es insoportable; sí quiere servir a Dios, pero también a los placeres del mundo; sí quiere ser virtuoso, pero al mismo tiempo pasarlo en la tierra un poquito bien y con comodidad. En resumen, trata de colocarse en el centro, entre los extremos, en una zona templada, agradable, sin violentas tempestades ni tormentas, y esto lo consigue, desde luego, aún a costa de aquella intensidad de vida y sensaciones que proporciona una existencia enfocada hacia lo incondicional y extremo.
Intensivamente no se puede vivir más que a costa del yo. Pero el burgués no estima nada tanto como el yo (claro que un yo desarrollado sólo rudimentariamente). A costa de la intensidad alcanza seguridad y conservación; en vez de posesión de Dios, no cosecha sino tranquilidad de conciencia; en lugar de placer, bienestar; en vez de libertad, comodidad; en vez de fuego abrasador, una temperatura agradable. El burgués es consiguientemente por naturaleza una criatura de débil impulso vital, miedoso, temiendo la entrega de sí mismo, fácil de gobernar. Por eso ha sustituido el poder por el régimen de mayorías, la fuerza por la ley, la responsabilidad por el sistema de sufragio.
Está claro que este ser débil y asustadizo, aún existiendo en cantidad tan considerable, no puede sostenerse; que por razón de sus cualidades no podría representar en el mundo otro papel que el de rebaño o de corderos entre lobos errantes. Sin embargo, vemos que, aunque en tiempos de los gobiernos de naturalezas muy vigorosas el ciudadano burgués es inmediatamente aplastado contra la pared, no perece nunca, y a veces hasta se nos antoja que domina en el mundo.
Hermann Hesse