10/12/12

Hermann Hesse - Fragmentos de "Siddhartha" (parte 2)

Cada vez que se arrancaba a este repugnante hechizo, cada vez que al mirarse en el espejo de su cuarto se veía envejecido y feo, la vergüenza y el asco de sí mismo lo invadían y volvía a entregarse al placer escabroso de un nuevo juego de azar, se abismaba en la lujuria, se aturdía en el vino (...) La voluptuosidad está emparentada con la muerte.
Se extendió luego a su lado y Kamala aproximó su rostro al suyo. Con impresionante claridad leyó entonces en sus ojos y en las comisuras de la boca de la cortesana una escritura fatídica de líneas muy finas y de arrugas ligeras (...) A través del rostro de Kamala hendían rasgo de lasitud, de esa lasitud propia del que avanza hacia una meta lejana y sin felicidad, rasgos de fatiga y comienzo de marchitez. Percibió aquella angustia aún disimulada, que no osa confesarse, de la cual tal vez no se da cuenta uno por sí mismo y que se llama miedo de envejecer, miedo del otoño de la vida, miedo de tener que morir un día (...)
Siddhartha también hubiera querido, esa noche de insomnio, desembarazarse de una vez por todas de estos placeres, de estas costumbres, de toda esa vida absurda y de sí mismo, aunque para ello debiese apurar de un solo trago todas las vergüenzas y sufrir todos los dolores (...) Sin aspiraciones nobles, sin grandezam durante muchos años se había contentado con placeres mezquinos; ¡y aún éstos no le bastaron! Se esforzó, sin percatarse él mismo, por cumplir su deseo de ser un hombre como los otros hombres, niños grandes; Pero únicamente logró una existencia más miserable e inútil que la de ellos, pues tanto sus preocupaciones como sus objetivos eran diferentes. 
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 - "Bien, todas esas cosas perecederas han vuelto a desprenderse de mi, y heme aquí bajo el sol, como cuando pequeño: no tengo nada, no sé nada, de nada soy capaz puesto que nada he aprendido. ¡Singular condición la mía! Ya no soy joven, mis cabellos están grises, y mis fuerzas menguan. Empero, debo recomenzar como si fuera un niño". Este pensamiento le hizo sonreír. En verdad, su destino era extraño. En lugar de avanzar había retrocedido en sus pasos, y una vez más se encontraba solo en el mundo, las manos vacías y sin nada. No experimentaba, sin embargo, pesar alguno, al contrario, más bien se sentía movido a reír de su situación, a reírse de sí mismo y del mundo entero, tan grotesco y tan loco.      

HERMANN HESSE